237 Oscar Javier Castro Lo anterior se puede observar como consecuencia de las revoluciones industrial y política. La primera innovando las tecnologías y acelerando los modos de producción del capitalismo, mientras que la última produjo cambios en los sistemas y formas de gobierno, producto de las diversas guerras internas y externas entre los imperios europeos (británico, francés, holandés, español, portugués, prusiano, ruso) por el control de rutas y bienes comerciales, de territorios y recursos, así como la circulación de personas, ideas políticas, sociales, culturales y económicas. En esa disputa los británicos fueron aventajando económica y militarmente a los holandeses y franceses, lo que los tornaría en una potencia hegemónica del sistema capitalista mundial.21 Sin embargo, a finales del siglo XVIII, sufrieron la pérdida de las Trece Colonias que, en un proceso revolucionario, declararon su independencia (1776) y fundaron un nuevo Estado con ayuda de los imperios español y francés, aunque este último también vería estallar una revolución en su propio territorio (1789), después, a comienzos del siglo XIX, sería el turno del imperio español y luego del portugués. Así, ese proceso revolucionario abría profundas fisuras a las formas de organización política y estatal del Antiguo Régimen, y, a su vez, permitía la creación de nuevas formas de gobierno, de organización estatal y de participación popular. Lo anterior era producto de una aceleración de los procesos históricos y, por lo tanto, de la Historia.22 En efecto, los cambios acelerados contribuían a que los actores políticos y sociales en el mundo iberoamericano proyectaran expectativas de transformación del status quo, para ello se revolucionaban y colocaban en práctica nuevas formas de gobierno, aun cuando, en el momento de la invasión francesa a la Península, las autoridades coloniales enviaron ayudas a las nuevas autoridades españolas, que habían enviado oficios en los que solicitaban recursos para defender la causa de la patria, del rey (Fernando VII) y de la religión.23 Así, se organizó la recaudación de recursos para enviarlos a la metrópoli y programaron juramentos de fidelidad al nuevo monarca, Fernando VII.24 Desde España se enviaban comisionados y noticias favorables para tratar de mostrar que la resistencia obtenía triunfos contundes, que el pueblo y las autoridades hacían frente a los invasores. En una carta que se publicó en el 21 ARRIGHI, G. O longo século XX: dinheiro, poder e as origens de nosso tempo. Rio de Janeiro: Contraponto, 2012. Capítulo I. HOBSBAWM, op. cit. 22 PIMENTA, op. cit., 2017b, p. 17-38; KOSELLECK, op. cit., 2014, p. 139 y ss. 23 RESTREPO, Manuel. Historia de la revolución de la República de Colombia en la América Meridional. Medellín: Universidad de Antioquia; Bogotá: UNAL; Universidad del Rosario, 2009. Tomo I. p. 84 y ss.; El Alternativo del Redactor Americano, n. 21, 1808. HAMNETT, B. La política española en una época revolucionaria, 1790-1820. México: FCE, 1985. GUTIÉRREZ, op. cit. 24 CAMPOS, Manuel. Relacion de la jura de nuestro católico Monarca el Senor Don Fernando Séptimo hecha por el Cabildo de la Villa de la Purificación y Sermon pronunciado en la misma Yglesia en esta funcion por el D. D. Manuel Campos, Cura del Nuevo Prado, en 8 de diciembre de 1808. Santafe de Bogotá: Imprenta Real, 1809.
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